A pesar de que una parte de la población venezolana se ha involucrado en actividades delictivas, su vinculación es significativamente menor que la de los colombianos.

En 2018, fueron detenidos cerca de 2.800 venezolanos cometiendo delitos. En 2019, la cifra pasó a 4.800. En 2020, la cifra se acercó a 4.000 personas de origen extranjero, particularmente venezolanos. 

Lo cual no significa ni el 1 % de los detenidos por acciones delincuenciales en el país. Entonces no podemos desviar la discusión y la culpa de la inseguridad a los migrantes, acá debemos hablar es de la estrategia de seguridad. 

Por esto nos preguntamos ¿qué se está haciendo para combatir a las bandas organizadas que ya están identificadas por las autoridades? ¿Dónde están los planes de prevención, de control y convivencia?

Si la misma Secretaría de Seguridad afirma que en 22 % de los sitios ocurre más del 75 % de los hurtos por qué no estamos haciendo nada. Siempre será más fácil mirar hacia los costados y no hacia el frente. 

La ciudad y el país requieren estrategias reales, claras y contundentes, que ahonden en acciones comunicativas y concretas que prioricen el relacionamiento entre ciudadanos. Entonces, ¿nos quedamos buscando culpables o hacemos una real estrategia de seguridad?

Finalmente los altos niveles de percepción de inseguridad requieren de una agenda, no solo enfocada en la reducción de delitos, sino que ahonde en acciones comunicativas y concretas que prioricen el relacionamiento de los ciudadanos.

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